Amanecía. Me asomé a la ventana y vi cómo las grandes gotas de agua inundaban el cristal de la ventana. La abrí. Notaba cada gota caer en mi piel. Hacía frío. Definitivamente, el otoño había llegado.
Volví a la realidad. Cerré la ventana rápidamente. Por suerte no me había mojado mucho el pelo. Fuí al baño a secarme. Me metí dentro y cojí una toalla. Me estaba secando cuando la puerta se abrió. Era él. ¿No sabe llamar antes? Ah, no, espera, había dejado el pestillo sin echar. Mierda.
Pero allí estaba él, sin la camisa del pijama, con una toalla al hombro. ¿Cómo se le ocurre andar así por la casa? Había que reconocer el el chico no estaba mal, estaba muy bien. Me gustaban aquellos músculos de sus brazos, tan bien marcados. Pero aún así era una grosería que entrara de tal modo en el baño.
-¡Aaaah! ¿Estás loco o qué? ¿Cómo se te ocurre abrir la puerta sin llamar antes?- Dije alporizada tapándome con la toalla. No quería que me viera en pijama.
-¡Lo siento muchísimo, Agathe! No te quise asustar. No son maneras de entrar en un baño. ¿Qué haces levantada tan temprano?- Dijo él, parecía arrepentido.
-Pues oí llover, me asomé a la ventana, me mojé y me estoy secando. Por cierto, ¿te levantas tan temprano? Además, es sábado.- dije yo, extrañada.
-Depende, normalmente, sí, porque como tú te bañas un poco más tarde, es para no molestarte.- Soltó Peter. Pobrecito, madrugaba tanto para no molestarme. Que encanto.
“La Luftwaffe alemana efectuó anoche un ataque de gran envergadura contra nuestra capital como represalia por la incursión llevada a cabo por la RAF sobre Berlín.
Numerosas escuadrillas arrojaron, en sucesión ininterrumpida, enormes cantidades de bombas explosivas de todos los calibres así como numerosísimas bombas incendiarias.
Puede haber discrepancias sobre si fue o no fue el de anoche el peor bombardeo de Londres desde el punto de vista de los daños, del número de casas destruídas y del número de víctimas. 685 bombarderos, dos mil incendios y un millar de muertos. Pero lo cierto es que, en una sola noche, el West End (Extremo Oeste) de Londres no había sufrido hasta ahora tantas devastaciones. En lo que todo el mundo coincide es que fue la noche más estrepitosa que ha conocido Londres.
Apenas se hizo de noche y, cuando la gente se disponía a cenar, sonaron las sirenas. Otra vez las sirenas. Los londinenses llevamos unos días acostumbrándonos a las noches de cañón más que a las de bombas. Ha sido un noche roja...”
En el comedor, mientras desayunábamos, todos atendíamos a la radio. Papá tenía un semblante de preocupación. Mamá cojía de la mano a papá. Peter miraba al suelo. Era terrible. Mis amigas. ¡Algunas vivían en el West End!
¿Qué sería de ellas? ¿Y Edward, lo habrían evacuado? ¡Oh, Edward, mi fiel amigo, con el que tantas deliciosas tardes había pasado en Hyde Park!
Un par de lágrimas comenzaban a caer por mis mejillas. Rápidamente me fui de la estancia.
-¡Me voy al pueblo, llegaré a la hora de comer!- solté mientras traspasaba el arco del comedor. Oí de fondo a mi madre el típico“ ten cuidado”. Papá sabía lo que me pasaba.
No quería oír más. Mi estómago se había hecho un nudo. Cogí mi impermeable, mis botas y el paraguas. Salí de casa corriendo. Sólo quería estar sola. Salir de allí. Alejarme y perderme.
Corría colina abajo cuando decidí lo que iba a hacer. El paraguas no protegía de la lluvia nada. Miré el reloj. Las 9 y cuarto de la mañana. Lo necesitaba. Me apresuré. Zigzagueaba por las calles del pueblo. Ojalá que aún no saliera de casa aún para ir a hacer los recados que su madre siempre le mandaba hacer los sábados por la mañana. Estaba saliendo por la puerta. Corrí hacia él. Me miraba extrañado con aquellos hermosos ojos azules. Lo abracé. Sentía el calor de su cuerpo contra el mío. Era muy alto. Me abrazaba muy fuerte. Y dijo, tal y como si me conociera de toda la vida:
-Has escuchado la radio, ¿no?
-Sí. ¿Porqué, Joe, porqué? La gente no se merece esto.- Sollocé.
-Lo sé, lo sé. No llores, por favor.- Me suplicó.
-Perdón. Perdoname, Joe. Por esto, por lo de ayer...- Nos moviéramos y comenzáramos a caminar. El cielo había dado una tregua, por fin.
-Ya pasó. No te preocupes.- Joe y yo nos encaminamos a la panadería.
Mientras hacíamos la casi interminable lista de tareas, no hablamos. Las palabras sobraban. Era un muy buen amigo. Al acabar de hacer todo, fuimos a dejar las cosas a su casa. Habíamos hecho las tareas bastante rápido, por lo que fuimos al jardín botánico. Nos sentamos en un banco apartado de toda la civilización que estaba en el parque: madres e hijos, abuelos hablando...
Allí, en aquella esquinita, me sentía protegida de todo.
-Toda esa gente, tantos escombros. Mis amigas. No sé nada sobre ellas. Maldita guerra. Todo era mucho mejor antes. Ahora esto es una mierda. Ojalá viviera en mi propio mundo, apartada de toda preocupación. Quisiera perderme y no encontrar el camino de vuelta. No aguanto más...- Joe me interrumpió:
-No digas eso, Agathe.- Me apartó un mechón de pelo que tenía en la cara suavemente hasta la oreja.- La guerra acabará, no podrá durar siempre. Yo no lo entiendo. No entiendo porqué a un loco se le dá por tener medio mundo en su poder. No estés triste, por favor. No me gusta verte deprimida, con lo alegre que eres siempre.- Me miraba con esos ojos grandes y con una media sonrisa dibujada en su cara. Su pelo estaba revuelto por culpa de una ráfaga de aire. Se lo arreglé con mis dedos. Le sonreí. Siempre me sacaba una sonrisa. ¿Porqué era tan optimista? Lo adoraba.- Por cierto, me he enterado de lo del señor Douglas. Fue una pasada.
-Gracias. ¿Al final conseguiste a alguien que te ayudara? Yo de verdad quería ayudarte a aprobar.
-Pues al final conseguí que Betty me ayudara.- Mi cara se quedó petrificada. ¿Cómo pudo pedírselo a ella, la chica que me intentara hacer la vida imposible al llegar al pueblo?
-¡¿Qué?! ¡Cómo has podido! Sabes que es la persona a quien más odio en este mundo.- Me miraba con unos ojos de cordero degollado y me apiadé.- Lo siento, eres libre de elegir a quién hablas o no.
-Es que ella vive cerca de casa, entonces... Pero no creas que me hizo gracia pasarme una tarde entera con ella.
-Sabes lo mucho que me molesta, ¿no?- Solté.
-Ya está. No te preocupes.
-Vale.- dije resignada.
-Está empezando a llover otra vez, será mejor que nos abriguemos.- Dijo Joe, mientras abría el paraguas, me rodeaba con los brazos y nos encaminábamos hacía la salida.
-Esta tarde vas al museo, ¿no?- Pregunté, aunque pensaba conocer la respuesta de antemano.
-Pues no voy a ir. He quedado con mis amigos, entre ellos, Peter. ¿Qué haces esta tarde?
-Pues la verdad, no lo sé, estoy indecisa entre llamar a mis amigas o quedarme en casa.
-Ah.-Sonó decepcionado.- Pero mañana vas a la iglesia, ¿verdad?
-Ya sabes que voy de mala gana, como siempre.- Nos reímos.- Demonios. Ya es tarde. Me tengo que ir. Nos vemos mañana. Adiós, Joe.- Me despedí de él con un cálido beso en la mejilla.
-Adiós, Agathe, ten cuidado y no te mojes mucho. Mira aquella nube negra.- Se fue hacia su casa, mientras yo lo observaba.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Hola a tod@s! Sólo os quería comentar que la parte en cursiva, es decir, cuando habla la radio, que es completamente real, que eso lo escuchó la gente por la radio una mañana de 1940. Me ha costado mucho encontrarlo, pero yo creo que valió la pena. Yo me emocioné al leer todo el fragmento (sólo he puesto una parte), y me esforcé en buscarlo porque quiero que tengáis una ligera idea de cómo vivían los londinenses el día a día, llenos de temor a que cayera la noche, cuando la Luftwaffe, el ejército del aire alemán, bombardeaba sin piedad las ciudades de toda Inglaterra.
Otra cosa, en el texto también aparece el término "RAF". Son las siglas de "Royal Air Force", el ejército del aire inglés.
Espero que estas aclaraciones os hayan servido de algo. Muchas gracias por leerme.
Un saludo,
Paula*