lunes, 1 de julio de 2013

Adiós Google Reader.

¿Hola? Bueno, aquí estoy. Nunca me despedí de vosotros al acabar esto y, francamente, me siento en deuda. "Amarte a Rabiar" fue una época maravillosa y no me puedo quejar de absolutamente nada. Bien, ahora me gustaría pediros un enorme favor. Como sabéis, un blog está vivo por sus seguidores, y como Google Reader cierra, me gustaría pediros un gran favor. Bloglovin' es una plataforma que soluciona el cierre de Google Reader, puesto que actúa como tal. Es cuestión de registrarse - que, por cierto, no se tarda nada- y todos los blogs que seguías pasan a tu espacio en Bloglovin'. Me encantaría que me siguiérais allí, puesto que no considero esta estapa "Amarte a Rabiar" acabada. Esto seguirá vivo siempre que ayudéis a no acabarlo. Por eso os estaría muy agradecida si os tomaseis unos minutitos de vuestras vidas en alegrar la mía. Un millón de gracias.
Con cariño,
Paula Rey.

Dejo aquí el enlace para seguirme en Bloglovin'


http://www.bloglovin.com/en/blog/3787018

lunes, 11 de febrero de 2013

Capítulo final y Epílogo.

 Londres, Mayo de 1948.
-¿La viste?
 
-Sí.
 
-¿Y cómo está?
 
-Más preciosa de lo que era.
 
-¿Más?
 
-Sí, increíble, pero cierto- sonrieron los dos.
 
-Nunca me he atrevido a pasar cerca de su casa aquí en Londres, porque tengo miedo a verla- sorbió lo que quedaba en su taza de café- Supongo que estará en el último año de la carrera.
[...]
 
-Se disgustó conmigo cuando supo que tenía novia.
 
-¡Cómo pudiste! ¡Te dije, te supliqué, te rogué que la cuidaras! ¿Hace cuánto de eso?
 
-Cuatro años.
 
-¿No la viste más?
 
-No me atreví, - ambos miraron al vacío, tristemente- y la echo tanto de menos...- suspiró.
 
-Y yo también. Bueno, ¿y qué haces con tu vida?- desde que se habían encontrado no habían hablado de ellos mismos.
 
-El año pasado comencé a dar clases. ¿Y tú?
 
-Cuando acabó la guerra comencé la universidad también. Ingeniería aeronáutica. Pero el año pasado me ofrecieron el puesto que dejó vacante Arthur Harris, Mariscal de la RAF. Creo que me queda un poco grande, pero con el tiempo me acostumbraré.
 
-Me alegro mucho por ti.
 
-Y yo por ti.
 
-¿Y tu vida sentimental?
 
-Hubo una. Sólo una. Acababa de venir de la guerra, de ver morir a tanta gente, que necesitaba algo a lo que aferrarme. La dejé al segundo mes. Porque nada me llenaba más que Agathe, aunque fuera su lejano recuerdo”


***

Londres, Julio de 1948.


“A Lady Agathe Marie Perkins.
A Peter Edward Jones y Odette Leclercq nos complace invitarla a nuestro enlace matrimonial, que tendrá lugar el sábado once de septiembre de 1948 el la iglesia del magnífico pueblo de East Leake, y tras la cual se celebrará un banquete en la Mansión Perkins. Agradeceríamos muchísimo su presencia. Un cordial saludo,
Peter y Odette”


***
-Sí, quiero.
 
-Puedes besar a la novia.
 
Y allí comenzaron la apasionada danza de movimientos sincronizada. Sus bocas parecían estar hechas el uno para el otro. Pensé que entonces la mía no fue lo suficientemente perfecta. Y yo los observaba atónita. Entre mis sentimientos se mezclaban felicidad, envidia, rencor y me embriagaba el recuerdo de los besos que compartimos tras volver de Londres, antes de que él comenzara la universidad.
Acababa de finalizar la carrera de Literatura. Voluntariamente me negué a tener ninguna relación sentimental, y había comenzado el manuscrito de una obra que esperaba publicar. No había vuelto a ver a Joe ni a Peter hasta aquel momento. La imagen de Peter con su despampanante prometida en mi casa no me pareció muy bien, pero aquel había sido su hogar adoptivo, y mis padres se habían vuelto una figura paterna y materna desde el final de la guerra.
 
El padre de Peter no volvió jamás del frente de batalla, algún antiaéreo lo había derribado. Su madre había fallecido durante uno de los bombardeos en el hospital.
Desde aquella, evité exitosamente no estar en East Leake cuando él estaba. Amelie se había hecho una jovencita, probablemente nunca podrá encontrar al hombre de sus sueños, porque han muerto tantos... Lucas y George se habían echado a perder. Su adolescencia se había convertido en un infierno del que querían salir, y se marcharon a Sudáfrica a explotar una plantación en Port Elizabeth. Habían vuelto para la boda con fajos de dinero que pretendían gastarse en lujos, ron o vozka y mujeres.
 
De algún modo, ver a Peter casado me abrió los ojos. En los momentos previos al banquete me fui. Caminé aún corriendo el riesgo de destrozar mis pies por la cuesta abajo que tan bien conocía. Las calles empedradas seguían igual, y el olor a petricor seguía impregnando mi nariz, como el primer día que pisé el centenario adoquinado. Como todo el pueblo estaba en mi casa, pude andar tranquilamente sin que me considerasen una desviada mental hasta llegar a mi destino. Seguía oliendo a los mismos animales disecados, a la misma carcoma de las vitrinas, al mismo limpiacristales. El Museo de Historia Natural resistía el paso del tiempo. En cierto momento me pude ver allí con mis inocentes dieciséis años jugando con el corazón de dos personas dispuestas a amarme incondicionalmente.
 
-¿Sabes?, dicen que el simple aleteo de las alas de una mariposa puede cambiar el mundo- sonó su voz. Él era todo.
Me giré y me lancé a él, vestido de gala, como nadie lo había hecho antes. Entre los brazos de Joe Sullivan siempre había sido feliz, él me completaba como nadie.
 
-Te quiero- le susurré a su oído.
 
Y sus comisuras se elevaron y emergió una gran sonrisa. Ahora éramos nosotros quienes encajaban perfectamente sus labios y danzaban armoniosamente bajo la tenue luz amarilla de aquel lugar.
[...]

-No sabía que bailabas tan bien- comenté. Toda la multitud bailaba bajo los farolillos y la luna llena en el jardín de nuestra casa. La figura de Joe se perfilaba en la pista de baile. Supuse que la mía también.
 
-Nunca me diste la oportunidad de bailar contigo.
 
-Es cierto, ¿me perdonarás?
 
-Siempre- me dijo, y me volvió a besar.
 
-Oye.
 
-Dime.
 
-Que sí.
 
-¿Que sí qué?
 
-Que me caso contigo.
 
-Oh.
 
-Oh, no, lo he fastidiado todo, ya no te quieres casar conmigo, y yo... Yo pensé que tu proposición seguía en pie y...
 
-Shhh.- me puso un dedo en mis labios para silenciarme.- Siempre ha seguido en pie. Con esto me estás haciendo el hombre más feliz del mundo. Gracias Agathe, te amo. Quiero pasar el resto de mis días contigo, hacerte mía, y yo entregarme a ti. Te quiero demasiado. Siempre te he amado a rabiar.




EPÍLOGO


Londres, 4 de marzo de 1951

Querido Peter, 

Nos alegra esta preciosa noticia tanto a mí como a Joe. ¡Australia! Madre mía, cuando se entere mamá de que vamos a ir allí a conocer a tu bebé les va a dar algo. Me sorprende que la llames Agathe, ¿no te arrepentirás? Me alegro tanto por vosotros, que seáis tan felices me reconforta. Me gustaría tener hijos, pero no puedo. Joe ya lo tiene asimilado, pero yo no. Ahora no quiero niños, pero puede que en un futuro no muy lejano me entre el instinto maternal. Me entristece saber que no veré corretear a pequeños niños y niñas nacidos de mi amor y el de Joe por Hyde Park, o por East Leake. Pero amo a Joe, con todo mi ser, y sé que él me quiere a mí y me aceptará de cualquier manera. Ya lo hacía cuando no sabía yo lo que realmente quería con mi vida.
 
Londres está poco a poco mejorando, casi ha recuperado el esplandor de antes de la guerra. Hecho de menos a toda la gente que se ha muerto. Quizás deberíamos empezar de cero en algún otro lugar, como hiciste tú, tu hermano y el mío. Pero no podemos. El trabajo de Joe nos lo impide, a pesar de que intenté convencerlo. Ahora doy clases de Literatura en la universidad. Me gusta.
 
En el fondo soy muy feliz, aunque a veces me lleno de amargura por los tiempos en los que el mundo era otro, y lloro, lloro mucho. Creo que es por la pérdida de papá. Sabes cuánto lo quería. No pudo estar en mi boda. Pero bueno, tú ya lo sabes, fuiste el padrino. Y gracias. Siempre te estaré profundamente agradecida.
Espero que te llegue pronto la carta. Cogeremos el avión el primer día de abril. Muchas gracias por vuestra invitación. Un abrazo.
 
Nos vemos pronto,
 
Agathe y Joe Sullivan-Perkins.

martes, 18 de diciembre de 2012

Wanderlust, Jules.

¡Hola! Os traigo el adorable blog de la más adorable aún Julia. Debo decir que es una monada de blog, sus refelexiones son tan cotidianas pero llevadas a tal punto literario que de veras merece la pena pasarse por su blog:


Además, sus fotos son tan asdfghjkl que te transportan a otro mundo, como en un Tumblr de los buenos.

 Si las entradas que tiene son tan preciosas, no digamos las que vendrán...

¡Pasaros, merece muuuuuuuucho la pena!


Un saludo,
Paula.

domingo, 28 de octubre de 2012

Capítulo 24.

-No puedes irte.
-No sabes cuánto lo siento, pero debo de irme.
-¿Qué puedo hacer yo para que te quedes?
-Corazón, sabes que nada, aunque me duela decírtelo.
-Eres tan tozudo como siempre.
-Y tú vives todo hasta el último momento- suspiró.
-Vamos, no me puedes dejar aquí. Ni a mi ni a ellos- suplicó.
-Lo sé, pero ya he retrasado ir a la universidad dos años.
-Y yo la empezaré el año que viene- cruzó los brazos.
-Me vendrás a visitar; o yo te visitaré.
-¿Acaso qué es lo que vas a estudiar?
-Filosofía.
-No sabía que te gustara eso.
-Pues ya ves. Anda, ven- le dijo, abriéndole los brazos para que ella se reconfortara en ellos, como tantas otras veces.
Y fue en ese preciso instante en el que ella se arrepintió de todo, y también se dio de cuenta de que en realidad poco sabía de la persona con la que había convivido casi cuatro años. Y hasta dudó en si realmente se conocía a ella misma. Ni siquiera había sido culpa de la guerra, a lo que últimamente ella echaba la culpa en cualquier situación”.






Londres, Septiembre de 1944.


Observaba detenidamente el caos de aquella estancia, un gran salón que unía todas las partes de la casa excepto la habitación. Era luminoso puesto que la gran ventana estaba orientada al sol, y calentaba mi cuerpo en el cómodo sofá. No era un sofá como el del despacho de papá, rígido como una piedra, sino que estaba mullido y me hundía en él. Enfrente mía había una mesita de café, delante de una chimenea y a su derecha un gramófono. Haciendo compañía al desorden de aquel piso, los vinilos estaban apilados en la esquina. Había varios cuadros impresionistas colgando a ambos lados de la chimenea. Las estanterías que ocupaban dos paredes enteras estaban abarrotadas de libros sin realmente un orden lógico, y había tantos que los que no cogían se apilaban horizontalmente encima de los que estaban en vertical. Además, el mobiliario era un tanto estrambótico, y mezclaba piezas antiguas con muebles de todos los estilos. Su escritorio también estaba hecho un desastre, pero imaginé que sería agradable estudiar con aquellas maravillosas vistas a Hyde Park. Por la puerta semiabierta de su cuarto pude observar su cama, con el edredón estirado hacía arriba con prisa, con las sábanas arrugadas hacia un lado, como siempre solía hacer. Sin embargo, en todo aquello sí había un ápice de orden, como si una madre intentara ordenarlo, pero él lo volvía a desordenar. En la mesa de la zona del comedor él estaba disponiendo tazas de té, e iba y venía de la cocina cargado de galletas. Yo lo observaba graciosamente. Al fin terminó, y soltando un suspiro, comenzó a hablar, algo que no había hecho desde que se había puesto manos a la obra, con una concentración absoluta por no derramar el caliente té.
-Ya está, Agathe.
-Te he dicho que yo te ayudaba, pero eres tan testarudo...
-No hacía falta, eres mi invitada y ya está hecho- dijo mientras me movía cortesmente la silla para que me sentara. Le sonreí. Él también se sentó. A continuación sacó del bolsillo una cajetilla y encendió un cigarrillo.
-¿Desde cuándo fumas?- lo miré con reprobación.
-Desde que comencé la universidad- contestó.
-No deberías. Es más, trae aquí- y le agarré el cigarrillo y lo apagué en un cenicero próximo a mí. Refunfuñó pero sabía que no me podía replicar.
-Vale.
-Lo hago por tu bien. Anda, dime, ¿qué tal en la universidad?
-Bien, estoy un poco estresado con los trabajos. ¿Y tu empezaste Literatura, no?
-Sí, me gusta mucho por lo que llevo dado en clases.
-Me alegro mucho por ti- sonrió.
-¿Por qué no vives con tu abuela?
-No sería feliz. Quiero ser libre y eso me lo impediría.
-Pues yo vivo en nuestra casa de siempre. Espero mudarme a algún apartamento si esto acaba algún día. Me siento muy sola en una casa tan grande.
-Te comprendo, pero sabes que puedes venir cuando quieras- me contestó con una gran sonrisa en sus labios.
-Eres muy amable, Peter.
-¿Cómo están ellos?
-Están todos bien, pero tus hermanos te echan demasiado de menos.
-Y yo.
-Te comprendo. ¿Y tus padres?¿Sabes algo de ellos?
-Oh, mi padre sigue en combate, dice que ya queda menos para que la guerra acabe; y mamá está en el hospital, vive en casa con mi abuela, la voy a visitar casi todas las mañanas, antes de irme a clases, al hospital, y a mi abuela los fines de semana. Siempre nos vamos los tres a pasear a Hyde Park. Pero ahora que estás aquí en Londres necesitaré verte también- su voz recuperó la alegría.
-¿Seguro que tendrás tiempo?
-Segurísimo, Agathe.
Y así estuvimos charlando, y cuando fui al baño, todo cambió. En la pileta, pegado a su colonia, había un pintalabios. Rojo pasión. Y fue cuando cuadré todo: el extraño orden del apartamento y la rara atmósfera de la habitación. Volví a sentarme en mi silla, y mientras Peter me miraba, continué:
-¿Es guapa?- Y dejé el pintalabios encima de la mesa. Peter me miró de repente con cara de pánico, y su expresión cambió drásticamente. Pensó la contestación, pero no le quedó más remedio que ser sincero.
-Sí.
-¿Y cómo se llama?
-Odette- dijo con un suspiro de resignación.
-Anda, si tiene un nombre francés, como yo- contesté sarcásticamente- ¿Qué estudia?
-Arte.
-Oh, la chica salió bohemia.- dije secamente. Observé entre mis dedos el pintalabios- A mí no me queda bien el rojo, tengo unos labios grandes para un color tan vibrante.
-Agathe...- me suplicó.
-Me gustaba cuando decías mi nombre. Era como si nunca se gastara, porque tu lo decías tan bien... Repítelo.
Y no dijo nada. Se quedó mirándome fijamente. En sus ojos no veía más que un torbellino de recuerdos y me suplicaba perdón.
-Bueno, será hora de irme, ¿no crees?- Y me levanté.- Llámame si me necesitas. Si tienes alguna crisis existencial. Si vas a venir de vacaciones a East Leake. Si quieres bailar. Si necesitas tomar una copa de coñac a media noche, como lo hacíamos las últimas noches que pasaste en casa. Qué demonios, si tienes ganas de emborracharte. Si necesitas verme, en resumidas cuentas.
-No lo dudes- contestó, y me giré hacia la puerta, pues ya comenzaba a llorar- Ni dudes nunca que tu serás la mejor del mundo, y que nadie se compara a ti, Agathe, Agathe.- y repitió mi nombre tan despacio que tuve que salir de inmediato de aquella cárcel de sentimientos.
Me apoyé de espaldas a la puerta. Y pude escuchar cómo Peter comenzaba dentro a maldecir en alto, cerré lo ojos y lo volví a ver hundiendo sus manos desesperadas en su pelo, y volví a oler su colonia, y recordé sus besos, y volví a sumergirme en los recuerdos de cuando él y yo éramos uno.


___________________________________________________________________
¡Hola! Muchísimas gracias por todo, me alegró saber que seáis tan fantásticas, en todos los sentidos, y me he tomado mi tiempo para reflexionar. Y sí, he decidido que esto no va a ser eterno, y sólo quedan dos capítulos, quizás como mucho tres. Y espero que os guste mucho mucho mucho, ¿vale? Siento ser tan breve, pero mañana tengo clase y madrugar me cuesta mucho. Aún así os quiero. Un beso enorme,
Paula :) 

lunes, 3 de septiembre de 2012

Capítulo 23 + Noticia.

-Estoy bien, estamos bien, mamá, no te preocupes, ahora no nos van a caer más bombas. Sí, se lo digo, volvemos mañana. Ahora te la paso, está aquí a mis espaldas-. Me giré- abuela, mi madre quiere hablar con usted-. Ahora viene, sí, os
quiero a todos. Adiós, mamá.
Dejé la sala de té de mi abuela y bajé las escaleras hasta la planta baja. Salí por la puerta de atrás y me adentré en jardín, el gran y colosal jadín, para ser más exactos. Estaba harta de las llamadas de mamá a todas horas desde que Peter y yo habíamos llegado en tren a Marlborough la tarde siguiente al bombardeo, el viernes. Tenía que hacer las maletas, pues el domingo salía nuestro tren, pero la verdad era que me importaba bastante poco. Aún seguía molesta con Peter por su calma ante el endemoniado bombardeo.


“-Oh. Mierda.- Dijo Peter con una tranquilidad inhumana tan pronto cerré la puerta.- Vamos.- Y caminó al armario a coger nuestros abrigos.
-Vamos, ¡¿adónde?!- Grité, su inoportuna calma me enloquecía.
-A la estación, si algo me han enseñado los bombardeos es que antes de que caiga la primera bomba han de pasar quince minutos desde la primera sirena.
Salimos a la calle y no paré de discutir con él en toda la noche, aparte de soltar unas cuantas lágrimas más en la estación. La tranquilidad que minutos antes ahogaba las calles londinenses se había vuelto en el caos.”


 
Y Joe... El tema de Joe era tan abrupto que ni siquiera sabía cómo reaccionar. Él me quería, pero yo no quería oírlo, me asustaba la verdad. Ese defecto mío me mataba, y queriendo obviar los problemas no se arreglaba nada, papá me lo repetía constantemente. Nadie sabía de lo que habíamos hablado aquella noche.
Caminé bastante rato y llegué a los establos de los caballos, donde escuché una voz femenina cantando. Entré y la vi. Evelyn llevaba unos pantalones y unas botas de montar magníficamente combinados con una camisa de montar. De pronto me di de cuenta de que nunca había entablado una conversación formal con ella, nunca se había dado el caso y nunca de daría, pensé.
-No toques a Spotlight.- dije a sus espaldas. Se sorprendió al verme.
-Oh, supongo porque es tu caballo, ¿no?
-No es asunto de tu incumbencia.- Tenía razón, aquel era mi caballo, al que habíamos trasladado allí, con el que montaba en el club de equitación de Greenwich. No lo había visto desde Navidad-. Pequeñín, te he echado de menos. ¿Qué tal te cuidan aquí?- Ignoré a Evelyn y hablé al caballo. Ella se fue murmurando por lo bajo, y no hice caso.- Ven, vamos a pasear un rato.- Fui a buscar el baúl donde estaba todo mi material de montar, que me quedaba un pelín estrecho, pues hacía tiempo que no montaba y mi cuerpo aún estaba cambiando.
-Oye.
-¿Qué?- me volví y ví que era Evelyn otra vez.
-Sólo quería preguntarte qué tal estaba Londres.
-Te entristecerá saber que tu querido Hyde Park, por donde tanto paseabas con tu estimadísimo Peter, se ha convertido en un huerto de legumbres de todo tipo.- Le dije sinceramente, pues una esquina del parque había sido destinada a esa tarea.
Monté en el caballo y una oleada se sensaciones volvieron a mi mente, sobre todo recuerdos de mi vida antes de la guerra, pero después de unos minutos de nostalgia, me dejé llevar la brisa primaveral que estaba encerrando aquella tarde.
-¡Agathe!

Me giré y pude ver a Peter unos veinte metros alejado de mi. Ordené a Spotlight que se dirigiera a él. Me bajé del caballo.
-¿Qué pasa?- Dije, pero de pronto recordé que aún estaba enfadada con él desde Londres, y cambié de tono.
-¿Porqué has hecho llorar a Evelyn?
-Ah, que te ha ido llorando a ti?- Comenté, incrédula.
-Sí, dijo que fuiste muy cruel con ella.
-¡¿Cruel?! Le dije la verdad sobre Hyde Park. Simplemente eso. Y me parece increíble que ella tenga que ir lloriqueando a ti.
-Agathe, eres tan bruta a veces... Deberías de haber sido más dulce.
-Dulce desaparece de mi diccionario cuando hablo con ella. Y ya. NO me lo discutas.
-Agathe, por favor, deberías pedirle perdón.
-Jamás.
-Vamos, ¿podrías tragarte tu enorme muro de orgullo por una vez en tu vida?
-He dicho que no. Que con ella no hablo. Y no voy a malgastar en tiempo hablando sobre ella tampoco.
-Ella es mi amiga.
-Amiga -repetí con desdén-, ella no es más que una lagarta que está enamorada de ti. Quizás, si es tan amiga tuya, no tendrías problema en ser su novia. Así la podrías besar y abrazar, aparte de que ella te cuente todas las crueldades que cometo con ella.
-Déjate de ridículeces.- Se llevó las manos al pelo, desesperado-. No quiero nada de Evelyn. Vives enfadada con el mundo, y éste no te ha hecho nada.
-Ha hecho que tú existas, y que me amargues la existencia, Peter Jones.- Respondí fríamente.
Me fui a los establos, sabiendo que toda la palabrería que había soltado sobre Peter no era verdad, y no hablé más con nadie el resto de la estancia en Marlborough.

_____________________________________________________________

Hooooooola hola! Bueno, aquí estoy, sigo viva (olé yo). Bien, siento faltar a mi palabra, pero me entró una crisis de escritora frustrada, aunque sé que eso no arregla nada. También sé que este capítulo es extremadamente corto, pero lo vamos a llamar "capítulo de transición". A ver, no sé si es sólo a mi a quién le pasa, pero me parece que la historia avanza lentamente, como una tortuguita. Y esto es lo que me fustra. Ahora necesito vuesra ayuda, me encantaría que me respondiéraís con sinceridad las siguientes preguntas, y os doy las gracias de antemano por vuestro valioso tiempo:

1º. ¿Os parece muy lenta la historia? ¿Os cansa?

2º. ¿Qué opináis de Agathe?¿Qué opináis de Peter?¿Qué opináis sobre Joe?

3º. ¿Qué pensáis sobre la relación Peter-Agathe? ¿Y sobre la relación Joe-Agathe?

4º. ¿Si estuviera en vuestra mano, cambiaríais algo de la historia en general?

5º. ¿Queréis, como lectores que sóis, que haiga un salto adelante en el tiempo? (Estoy hablando de uno o dos años. Tened en cuenta que la historia trascurre en 1941)

Muchísimas gracias. No os dejéis influenciar por lon comentarios del resto, así hay más variedad de opiniones :D


Ahora os hablaré un poco de mi verano, que se está acabando desgraciadamente. Os lo contaré cronológicamente.
En Galicia el tiempo no acompañó, por lo que la playa la pisé relativamente poco. Este año me obsesioné un poco por mi piel, y me compré crema solar protección "50+", aparte de la de protección "90" para la cara. 
He ganado una cicatriz (entre las otras cien) en la rodilla, pues una imbécil hizo que resbalara en el asfalto.
Fui todo el mes de Julio a clases de alemán a Santiago de Compostela :/
En Agosto recorrí todas las fiestas.
Mis dos mejores amigas y yo creamos un canal de Youtube (abajo os lo dejaré)

Tuve un pequeño affaire amoroso con un sujeto masculino.

Desde la semana pasada tengo un esguince (aquí yo dando a saber mi tendencia a caerme y a tener esguinces en mis pies).
No viajé fuera de España.
Perdí mi cámara de fotos.
Un amigo mío se murió. (No lo lamentéis, ya estuve destrozada).
¿Qué más? No sé...
Bueno, aquí abajo os dejo mis redes sociales y mis otros dos blogs. Espero que me ayudéis con la historia, os lo agradeceré mucho, enserio.



Mi correo es este : paulareybalina@gmail.com , podéis mandarme alguna sugerencia o alguna cuestión a él.

Un besazo enooooooooooooooorme a tod@s, 

Paula.


P.D: CURIOSIDAD: el día uno de septiembre hizo 73 años de que Hitler mandara invadir el Corredor de Danzig, en Polonia, por lo que podemos decir que ese día estalló la Segunda Guerra Mundial.


sábado, 7 de julio de 2012

Capítulo 22


-¡¿Qué?!- exclamó Peter.
-Lo que has oído.
-Estás loca, Agathe.
-Considéralo como un leve delirio mental que a veces me invade. ¿Me vas a ayudar? Puedo hacerlo sola.
-¿Cómo te voy a dejar sola? Nos vamos a Londres, Agathe querida”.
Aquella fue la reacción de Peter tan pronto me escuchó decir que nos íbamos a Londres.
Ahora nos encontrábamos viendo la desolación que invadía la ciudad mientras andábamos por las casi desiertas calles. Ningún barrio se libró de las bombas, y bajo aquel cielo sin nubes parecía que todo se había acabado, cuando sabíamos que no. Ni Peter ni yo habíamos hablado desde que salimos de la estación de Charing Cross, no porque no quisiéramos, sino porque nos habíamos hecho una idea ligera y equívoca de cómo nos encontraríamos Londres en el tren. Nos había costado sudor y lágrimas convencer a mis padres para que nos dejaran ir, pero al final se ablandaron y finalmente cogimos el tren de las doce hacia Charing Cross el veinticuatro de abril. Casi era la hora de cenar cuando bajamos del tren.
-¿Hacía dónde vamos?- Rompió el silencio Peter.
-A mi casa, si sigue en pie-. Contesté sarcásticamente.
-Esperemos que sí. ¡Mayfair era tan bonito!
Vivíamos en Mayfair, pero nuestras casas estaban bastante lejos la una de la otra. Llegamos poco a poco a la calle de mi casa. Dejé la maleta en el suelo y comencé a correr. Corrí toda la calle como una desesperada buscando y deseando que mi casa siguiera en pié.
Allí estaba, alzándose majestuosamente, con la fachada de piedra con millones de detalles tallados en ella.
-¡Sigue aquí!- Grité al aire. Vi a Peter cargado de mis maletas y las suyas.
No podía dar crédito a lo que estaba viendo. Ni un rasguño. Abrí la verja. La hierba del minúsculo jardín delantero estaba bastante alta, subí las escaleras y de la euforia por estar otra vez en casa casi no pude abrir la puerta. Cuando lo conseguí, entré rápidamente en casa. Todo estaba tal y como lo habíamos dejado aunque con una capa de polvo encima de las sábanas blancas que cubrían los muebles y un intenso olor a cerrado.
-Me gusta tu casa-. Oí a Peter por detrás de mí al deslizarse por la puerta.
-Y a mí...- Contesté.- Y a mí...
Me ayudó a quitar todas las sábanas y a hacer la cama de mi habitación y la de mi hermano. Desapareció unos instantes y pronto supe para qué, pues había encendido el tocadiscos que estaba en el pasillo, el que bajaba papá torpemente por las escaleras cuando venían invitados a cenar a casa. Sonreí recordando viejos tiempos.
-¿Por qué te ríes?- Me preguntó él. Subí y bajé los hombros como contestación.- Hacía tiempo que no te veía tan feliz. ¿Es por Sullivan?
-No, bueno, en parte sí, supongo, pero también me alegra venir a Londres.
Y me extendió la mano caballerosamente y nos pusimos a bailar un swing durante bastante rato en el que disfruté tanto que casi preferí por instantes quedarme en casa bailando toda la noche, pero todo lo bueno acaba, y fue él quien me dijo si parábamos de la manera más dulce del mundo, e hizo que me sonrojara y me metiera en mi habitación rápidamente no sin antes sonreírle desde el marco de la puerta:
-Tengo ganas de verte con tu vestido, estarás arrebatadora, como siempre, cielo.
Me preparé, y me puse un vestido azul oscuro hasta los pies y unos zapatos de tacón. Hasta me pinté los labios de rojo cuando me maquillé. Me recogí el pelo en un moño, dejando caer un os mechones a los lados de mi cara. el Peter también venía con nosotros, íbamos a cenar en un restaurante con el resto de los pilotos y después a bailar. Bajé las escaleras de madera y Peter me esperaba en la puerta, vestido con traje y una pajarita roja. Estaba realmente adorable.
-Estás -comenzó a decir- realmente preciosa esta noche.- prosiguió tras respirar profundamente.
-Gracias, tú también. ¿Nos vamos ya?
-Vamos.
Comenzamos a andar bajo la templada noche de Londres. Lo cogí del ganchete. En Oxford Street encontramos el restaurante en el que Joe me había dicho que debíamos ir. Lo pude ver en la entrada con Steve. Ambos llevaban el uniforme formal de aviadores. Nuestros ojos se cruzaron volátilmente como tantas otras veces. Corrí hacía él y lo abracé, y me levantó con sus fuertes brazos, que desde que no lo había visto estos aumentaran de tamaño, estaba mucho más fuerte.
-¡Agathe! Te he echado tanto de menos que no me llegaba el día de hoy.
-También te he he echado mucho de menos, Joe, me tienes que contar todo lo que has hecho en este tiempo, te lo ruego. Además, estás muy elegante esta noche.
Durante la cena, donde conocí a demasiados aviadores y novias de estos, apenas pude intercambiar palabras con Joe, Peter y Steven, pues Elizabeth Boyle, una muchacha “amiga” de Steve, no me dejó en paz. Joe nos contó que pronto comenzaría a volar. Me entristecí. Las mesas del restaurante estaban cerca de la pista de baile de este y cuando habíamos acabado de cenar, un hombre bastante trajeado se acercó al micrófono del escenario y habló:
-Damas y Caballeros, me place presentarles en primicia, a un rey del swing que esta noche tocará para ustedes con su espectacular orquesta, ¡les hablo de Benny Goodman!
Y el público comenzó a aplaudir fervientemente mientras la orquesta y el señor Goodman se posicionaban en sus lugares. Yo estaba entusiasmada, ya que adoraba a aquel hombre y a su orquesta. Comenzaron a tocar y yo arrastré a Joe a la pista, y ambos comenzamos a bailar y a mover las caderas al son de la música. La gente invadía la pista y disfrutaba, evadiéndose de sus problemas. Tras intercambiar bailes con Peter, Joe y algún que otro personaje durante toda la noche, Joe me pidió marcharnos para pasear, y acepté no sin antes preguntarle a Peter si no le importaba, y él me dijo que no.
Comenzamos a caminar, el cielo se había cubierto, menos la luna, que iluminaba las calles acompañando a las farolas.
-Tengo miedo a no volver de algún vuelo.
-Yo más.
-Es por el simple hecho de no volver a verte más.
-No me digas eso, Joe, vas a volver, y vas a ser un gran hombre. Ya lo eres ahora, pero estás tan lejos...
-Agathe, necesito pedirte una cosa.
-Dime-. Contesté, y lo cogí de la mano. Él me agarró ambas.
-Cásate conmigo.
Me quedé congelada.
-¿¡Qué!?
-Necesito que te cases conmigo, te necesito a ti, no sé vivir si no es contigo. Quiero tenerte todos los días de mi vida, y no sabes bien cuánto te quiero, Agathe Perkins. Tu padre me dejo pedirte la mano antes de irme.
Eso me había dejado congelada, pues aquellas no eran mis expectativas. Ni esperaba que fuera aquel tema del que mi padre y Joe hablaran antes de que él se fuera.
-Yo...- No sabía que decir- Joe, yo quiero ir a la universidad cuando esto acabe, y no quiero estar atada a nadie...- Las lágrimas caían ya a mares por mis mejillas- No sabes cuánto te quiero, Joe Sullivan, me has pillado desprevenida y no puedo pensar con claridad. No sé si me podrás perdonar algún día, pero si me hubieras hecho preguntado esto en un futuro me replantearía esto, pero ahora...- titubeé- temo que mi respuesta es no-. Y me lancé a su pecho. Él no contestó, sabía muy bien cuando no hablar.
Y lloramos los dos en el medio de a calle bajo la luna de londinense.
A las dos de la mañana le di un dulce beso en la mejilla y le susurré al oído que cuando él volviera a la base le llamaría, y le rogué que se cuidara y que me perdonara. Mi mano seguía unida a la suya cuando había andado dos pasos, y lentamente me solté.
Comencé a caminar a casa, cada vez me estaba enfadando conmigo misma más hasta que al llegar a la verja de casa tenía hasta ganas de pegarme del enfado que tenía encima.
Suspiré. Abrí la puerta de casa. La cerré con un portazo. Lloraba. Y en una milésima de segundo me paré a ver a Peter en la penumbra, sentado en las escaleras esperándome, pues las sirenas comenzaron a sonar, como otras miles de veces en el aire de Londres.

________________________________________________

¡Hola! Siento la tardanza, pero a mi mis vacaciones, no me están llegando a nada, pues todas las mañanas durante Julio tengo que ir a clases de alemán (paradógico, ¿eh?), pero os prometo que voy a subir capítulo cada dos días. PALABRA DE PAULA ANTÍA. ¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Interesante, genial o aburrido? Me lo contáis abajo, pues estoy muy orgullosa de este capítulo en concreto, os lo juro.
Bueno, os mando un beso y un saludo enormes, comentad mucho,

Paula*

 
Os quiero <3

domingo, 13 de mayo de 2012

Capítulo XXI


En Londres siempre había ruido. Siempre, hasta en las más profundas y negras noches. No me desagradaba, pero adoraba el silencio. Y en East Leake podía conseguir silencio, adentrándome en el bosque, paseando por la escuela los fines de semana, cuando estaba vacía, o en la pequeña biblioteca de papá en el tercer piso. Incluso los domingos por las mañanas en las calles del pueblo se podía encontrar silencio, ya que todo el mundo estaba en la iglesia. Porque aquellos días necesitaba silencio y fácilmente lo encontraba.
Y pronto comenzó a llegar, despacio, la primavera; pero en mi corazón volvió a ser invierno, un invierno frío y oscuro. Las noches de las semanas siguientes a la marcha de Joe no pude dormir, porque pesadillas invadían mi mente. Sudaba gotas frías entre las calientes sábanas, y más de una vez en la misma noche me levantaba de golpe.
Joe había llamado a mediados de la semana siguiente a su marcha, y me comunicó que estaba en una base cerca de Crawley, y que su primera semana había sido muy dura. Se despidió con un “te quiero” y con la promesa de que se cuidaría. Eso fue a finales de febrero, y no fue hasta principios de Abril, cuando los pájaros comenzaban poco a cantar, cuando recibí su primera carta. Estaba sellada con el logotipo de la Royal Air Force y con mi nombre completo escrito con la hermosa caligrafía de Joe. “ A Lady Agathe Marie Perkins”.
-Joe también nos ha enviado una carta, es la primera que recibimos de él-. Había dicho el Señor Sullivan, el padre de Joe y el cartero de East Leake. Su voz sonaba realmente apagada, e intenté consolarlo.
-No se preocupe, Joe sabe cuidarse.
-Eso espero, querida. Eso espero-. Y forzó una débil sonrisa.
En la carta Joe me contaba que su oficial le había dicho que mejoraba cada día y que aspiraba a ser un gran piloto. Eso me entristeció, porque eso aumentaba más su autoestima y iba a querer volar a toda costa. Me decía que me echaba demasiado de menos, y que esperaba poder llamarme pronto, porque las líneas siempre estaban ocupadas por su general para saber las últimas horas de la guerra. Comentaba también que iba poder ir a Londres cada último jueves de cada mes, y me invitó a ir el día 24 a cenar. En parte me alegré muchísimo, pero temí por un momento que no me dejaran ir. En cada párrafo no se candaba de decirme cuánto me quería, y yo me sonrojaba mientras leía la carta. Se despedía pidiéndome que llamara yo a la base de Crawley cuando recibiera su carta, porque las llamadas entrantes eran más fáciles que ser contestadas. “Nunca olvides que estoy aquí queriéndote más que nunca”, escribió antes de dibujar su firma.
-¿Paseamos un rato en barca?- Me dijo Peter el sábado después de comer, acercándose a mi por detrás.
-Vale-. Contesté secamente.
Me ayudó a subirme a la barca. Mamá estaba en el huerto con Muriel. Papá estaba en el banco leyendo el periódico. Los niños corrían por la hierba con un balón. Hacía un día alegre y caluroso.
-Me gustan tus gafas de sol-. Dije, rompiendo el silencio. Ya estábamos en el medio del gran lago, y él fijó su vista en la otra costa de este, en el bosque donde había otro embarcadero.
-Me las envió mi padre. Son las que usan los aviadores. Me las regaló a modo de disculpa de no haber podido venir a visitarnos. No me parece justo, Agathe, yo me llevaba muy bien con mi padre, y creo que merecemos que nos venga a visitar a mis hermanos y a mí-. Dijo con tono ausente.
-Hoy ha llegado una carta de Joe.
-Ah-. Contestó con tono nostálgico.
Me puse a jugar con el agua. Él se tumbó a lo largo del asiento. No teníamos ganas de hablar.
-Papá habló con él el día que cenó aquí-. Dije.
-Supongo que le dijo cosas sobre cómo volar y cómo intentar cuidarse-. Me observó con sus ojos a través de las gafas.
-No creo.
-Olvidas que tu padre voló en la Primera.
-Pero era diferente, Peter.
-No, la supervivencia es algo igual desde que los seres humanos existen.
-Tengo miedo.
-No lo tengas. Joe puede valerse de sí mismo.
-Quizás...
-Creo que no deberíamos ponernos así. Tan tristes, digo-. Dijo Peter.
-Es verdad. Por cierto, mamá le ha hecho una tarta a Ian Perth.
-¿A Ian?- Preguntó extrañado.
-Sí, dice que en la base no les dan comida de verdad. Además, quiere quedar bien con su familia.
-¿Se la vas a llevar?
-Sí, supongo, necesito que me de el aire. ¿Quieres venir?
-No, voy a ir al pueblo. Quiero ofrecerme voluntario para ocupar el puesto de Joe en el museo. Podemos bajar juntos hasta el pueblo y después coges el camino hacia la base.
-Vale. Gracias, Peter.
Y volvimos a la orilla. Me cambié y me puse un vestido rosa de media manga y unos zapatos negros. Me recogí mi pelo liso en una coleta.
-¿Estás lista?- Me dijo Peter después de que yo me reuniera con él en el porche tras coger la tarta.
-Sí, vamos.
-Trae, yo te llevo la tarta. Vas demasiado bonita para que te manches.
Me sonrojé y no puse ninguna objeción al ofrecimiento de Peter.
Diez enormes hangares y dos edificios constituían la enorme base aérea. Desconocía que aquel lugar fuera tan grande. Como no sabía adónde dirigirme, me acerqué a un piloto que pasaba por allí.
-Perdona, ¿sabes donde se encuentra Ian Perth?- Pregunté, y él pareció extrañarse al ver a una mujer allí. Aún así, me sonrió.
-Está en el hangar cuatro, señorita. Espero que lo encuentre, pues el cuatro es el más grande de los hangares-. Contestó cordialmente.
-Muchas gracias-. Los otros pilotos que iban de un hangar a otro se quedaban mirando hacia mí, y tenía vergüenza ante todos esos jóvenes.
-De nada...
-Lady Agathe Perkins-. Completé.
-De nada, Lady Perkins-. Y me dedicó otra sonrisa.- El capitán Hallselt siempre a su servicio-. Me pareció realmente joven para ser capitán, por lo que supuse que debía de ser muy bueno.
Tuve que andar un buen trecho, y pasaba delante de los hangares abiertos y los pilotos paraban de hacer sus tareas para observarme. Escuché alguna que otra memez por parte de algún salido y simplemente o ignoré. Llegué al número cuatro. Estaba intentando subirse al ala de un Spitfire cuando él me vio.
-¡Agathe! ¡Cuánto tiempo sin verte!- Y esbozó una amplia sonrisa con entusiasmo.
-Sí, las cosas no van todo lo bien que desearía-. Contesté mientras él se acercaba a mí, alejándose de los compañeros con los que estaba-. Un amigo mío se ha ido también a una base aérea.
-Oh, ya veo...- Contestó con trsiteza.
-Mi madre te ha hecho esto-. Comenté entregándole la tarta, la cual él miró mientras la boca se le hacía agua.
-¡Muchas gracias! Tiene muy buena pinta. La verdad es que aquí no nos dan la comida tan rica como la de casa-. Y me reí al escucharlo, porque fue lo que dijo mi madre.
-Me alegro de que te guste-. Dije sinceramente-. Y qué, ¿te gusta esto?
-Sí, es un poco duro, pero se aguanta. Además, muchas “amigas” de los compañeros vienen a visitarlos y hasta uno se ríe con las tonterías que dicen.
Pasamos el resto de la tarde hablando. Me despedí de él con un abrazo y le prometí que volvería a visitarlo. Al llegar al pueblo me encontré con Peter, que salía del museo. Me alegré al verlo.
-Me han dado el puesto de Joe-. Dijo.
-Eso es fantástico, Peter-. Contesté.
-Sí, supongo que sí. Es mejor que estar en casa sin hacer nada-. Noté la tristeza en su voz.
-Peter, vayámonos a casa y hablemos.
-Sí, será mejor-. Y me rodeó con un brazo mientras tomábamos el camino de vuelta.
-Sabes, creo que eres más alto que cuando te conocí-. Comenté, y logré sacarle una pequeña sonrisa de la comisura de sus labios.
-El día en el que te conocí seriamente fue el día más maravilloso de mi vida, Agathe.
Hizo que me sonrojara, y que no pudiera hablar más con él en el camino sobre su tristeza. Rompí el silencio antes de entrar por la puerta principal, mientras el sol se ponía en el horizonte.
-Nos vamos a Londres, Peter querido.

_________________________________________________
No me matéis, por favor!!!!!!
Siento no haber publicado antes, pero la vagancia extrema que me invade a la hora de ponerme a escribir el matadora.
Espero que os haya gustado el capítulo y que comentéis mucho, porque ultimamente  veo que no comentáis como antes, y me pone un poco de mal humor (Siempre hay excepciones :D )
 Bueno, un beso enoooorme,

Paula*