¿Hola? Bueno, aquí estoy. Nunca me despedí de vosotros al acabar esto y, francamente, me siento en deuda. "Amarte a Rabiar" fue una época maravillosa y no me puedo quejar de absolutamente nada. Bien, ahora me gustaría pediros un enorme favor. Como sabéis, un blog está vivo por sus seguidores, y como Google Reader cierra, me gustaría pediros un gran favor. Bloglovin' es una plataforma que soluciona el cierre de Google Reader, puesto que actúa como tal. Es cuestión de registrarse - que, por cierto, no se tarda nada- y todos los blogs que seguías pasan a tu espacio en Bloglovin'. Me encantaría que me siguiérais allí, puesto que no considero esta estapa "Amarte a Rabiar" acabada. Esto seguirá vivo siempre que ayudéis a no acabarlo. Por eso os estaría muy agradecida si os tomaseis unos minutitos de vuestras vidas en alegrar la mía. Un millón de gracias.
Con cariño,
Paula Rey.
Dejo aquí el enlace para seguirme en Bloglovin'
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"En aquella época de desgracias, lo último que pensaba era enamorarme, pero no me pude resistir"
lunes, 1 de julio de 2013
Adiós Google Reader.
lunes, 11 de febrero de 2013
Capítulo final y Epílogo.
Londres,
Mayo de 1948.
-¿La
viste?
-Sí.
-¿Y
cómo está?
-Más
preciosa de lo que era.
-¿Más?
-Sí,
increíble, pero cierto- sonrieron los dos.
-Nunca
me he atrevido a pasar cerca de su casa aquí en Londres, porque
tengo miedo a verla- sorbió lo que quedaba en su taza de café-
Supongo que estará en el último año de la carrera.
[...]
-Se
disgustó conmigo cuando supo que tenía novia.
-¡Cómo
pudiste! ¡Te dije, te supliqué, te rogué que la cuidaras! ¿Hace
cuánto de eso?
-Cuatro
años.
-¿No
la viste más?
-No
me atreví, - ambos miraron al vacío, tristemente- y la echo tanto
de menos...- suspiró.
-Y
yo también. Bueno, ¿y qué haces con tu vida?- desde que se habían
encontrado no habían hablado de ellos mismos.
-El
año pasado comencé a dar clases. ¿Y tú?
-Cuando
acabó la guerra comencé la universidad también. Ingeniería
aeronáutica. Pero el año pasado me ofrecieron el puesto que dejó
vacante Arthur Harris, Mariscal de la RAF. Creo que me queda un poco
grande, pero con el tiempo me acostumbraré.
-Me
alegro mucho por ti.
-Y
yo por ti.
-¿Y
tu vida sentimental?
-Hubo
una. Sólo una. Acababa de venir de la guerra, de ver morir a tanta
gente, que necesitaba algo a lo que aferrarme. La dejé al segundo
mes. Porque nada me llenaba más que Agathe, aunque fuera su lejano
recuerdo”
***
Londres,
Julio de 1948.
“A
Lady Agathe Marie Perkins.
A
Peter Edward Jones y Odette Leclercq nos complace invitarla a nuestro
enlace matrimonial, que tendrá lugar el sábado once de septiembre
de 1948 el la iglesia del magnífico pueblo de East Leake, y tras la
cual se celebrará un banquete en la Mansión Perkins. Agradeceríamos
muchísimo su presencia. Un cordial saludo,
Peter
y Odette”
***
-Sí,
quiero.
-Puedes
besar a la novia.
Y
allí comenzaron la apasionada danza de movimientos sincronizada. Sus
bocas parecían estar hechas el uno para el otro. Pensé que entonces
la mía no fue lo suficientemente perfecta. Y yo los observaba
atónita. Entre mis sentimientos se mezclaban felicidad, envidia,
rencor y me embriagaba el recuerdo de los besos que compartimos tras
volver de Londres, antes de que él comenzara la universidad.
Acababa
de finalizar la carrera de Literatura. Voluntariamente me negué a
tener ninguna relación sentimental, y había comenzado el manuscrito
de una obra que esperaba publicar. No había vuelto a ver a Joe ni a
Peter hasta aquel momento. La imagen de Peter con su despampanante
prometida en mi casa no me pareció muy bien, pero aquel había sido
su hogar adoptivo, y mis padres se habían vuelto una figura paterna
y materna desde el final de la guerra.
El
padre de Peter no volvió jamás del frente de batalla, algún
antiaéreo lo había derribado. Su madre había fallecido durante uno
de los bombardeos en el hospital.
Desde
aquella, evité exitosamente no estar en East Leake cuando él
estaba. Amelie se había hecho una jovencita, probablemente nunca
podrá encontrar al hombre de sus sueños, porque han muerto
tantos... Lucas y George se habían echado a perder. Su adolescencia
se había convertido en un infierno del que querían salir, y se
marcharon a Sudáfrica a explotar una plantación en Port Elizabeth.
Habían vuelto para la boda con fajos de dinero que pretendían
gastarse en lujos, ron o vozka y mujeres.
De
algún modo, ver a Peter casado me abrió los ojos. En los momentos
previos al banquete me fui. Caminé aún corriendo el riesgo de
destrozar mis pies por la cuesta abajo que tan bien conocía. Las
calles empedradas seguían igual, y el olor a petricor seguía
impregnando mi nariz, como el primer día que pisé el centenario
adoquinado. Como todo el pueblo estaba en mi casa, pude andar
tranquilamente sin que me considerasen una desviada mental hasta
llegar a mi destino. Seguía oliendo a los mismos animales disecados,
a la misma carcoma de las vitrinas, al mismo limpiacristales. El
Museo de Historia Natural resistía el paso del tiempo. En cierto
momento me pude ver allí con mis inocentes dieciséis años jugando
con el corazón de dos personas dispuestas a amarme
incondicionalmente.
-¿Sabes?,
dicen que el simple aleteo de las alas de una mariposa puede cambiar
el mundo- sonó su voz. Él era todo.
Me
giré y me lancé a él, vestido de gala, como nadie lo había hecho
antes. Entre los brazos de Joe Sullivan siempre había sido feliz, él
me completaba como nadie.
-Te
quiero- le susurré a su oído.
Y
sus comisuras se elevaron y emergió una gran sonrisa. Ahora éramos
nosotros quienes encajaban perfectamente sus labios y danzaban
armoniosamente bajo la tenue luz amarilla de aquel lugar.
[...]
-No
sabía que bailabas tan bien- comenté. Toda la multitud bailaba bajo
los farolillos y la luna llena en el jardín de nuestra casa. La
figura de Joe se perfilaba en la pista de baile. Supuse que la mía
también.
-Nunca
me diste la oportunidad de bailar contigo.
-Es
cierto, ¿me perdonarás?
-Siempre-
me dijo, y me volvió a besar.
-Oye.
-Dime.
-Que
sí.
-¿Que
sí qué?
-Que
me caso contigo.
-Oh.
-Oh, no, lo
he fastidiado todo, ya no te quieres casar conmigo, y yo... Yo pensé
que tu proposición seguía en pie y...
-Shhh.-
me puso un dedo en mis labios para silenciarme.- Siempre ha seguido
en pie. Con esto me estás haciendo el hombre más feliz del mundo.
Gracias Agathe, te amo. Quiero pasar el resto de mis días contigo,
hacerte mía, y yo entregarme a ti. Te quiero demasiado. Siempre te
he amado a rabiar.
EPÍLOGO
Londres, 4 de marzo de 1951
Querido
Peter,
Nos
alegra esta preciosa noticia tanto a mí como a Joe. ¡Australia!
Madre mía, cuando se entere mamá de que vamos a ir allí a conocer
a tu bebé les va a dar algo. Me sorprende que la llames Agathe, ¿no
te arrepentirás? Me alegro tanto por vosotros, que seáis tan
felices me reconforta. Me gustaría tener hijos, pero no puedo. Joe
ya lo tiene asimilado, pero yo no. Ahora no quiero niños, pero puede
que en un futuro no muy lejano me entre el instinto maternal. Me
entristece saber que no veré corretear a pequeños niños y niñas
nacidos de mi amor y el de Joe por Hyde Park, o por East Leake. Pero
amo a Joe, con todo mi ser, y sé que él me quiere a mí y me
aceptará de cualquier manera. Ya lo hacía cuando no sabía yo lo
que realmente quería con mi vida.
Londres
está poco a poco mejorando, casi ha recuperado el esplandor de antes
de la guerra. Hecho de menos a toda la gente que se ha muerto. Quizás
deberíamos empezar de cero en algún otro lugar, como hiciste tú,
tu hermano y el mío. Pero no podemos. El trabajo de Joe nos lo
impide, a pesar de que intenté convencerlo. Ahora doy clases de
Literatura en la universidad. Me gusta.
En
el fondo soy muy feliz, aunque a veces me lleno de amargura por los
tiempos en los que el mundo era otro, y lloro, lloro mucho. Creo que
es por la pérdida de papá. Sabes cuánto lo quería. No pudo estar
en mi boda. Pero bueno, tú ya lo sabes, fuiste el padrino. Y
gracias. Siempre te estaré profundamente agradecida.
Espero
que te llegue pronto la carta. Cogeremos el avión el primer día de
abril. Muchas gracias por vuestra invitación. Un
abrazo.
Nos
vemos pronto,
Agathe
y Joe Sullivan-Perkins.
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