Lunes por la tarde. Mamá me había obligado a ir a Marlborough con mi abuela y con Evelyn. Iba a regañadientes. Y aquel en aquel coche corríamos el peligro de resbalar por nieve que caía. Hacía mucho frío, pues aquella noche nevara.
Aguardé impacientemente, observando cómo mi abuela disfrutaba al darle instrucciones a la modista sobre el vestido. A Evelyn le encantaba.
-Jane, ponle un bordado en la cintura, con un lazo atrás.- Le decía mi abuela a la modista.
-Sí, señora Fellon, ¿le gusta esta?- Contestaba la personita débil que era Jane, aún así, cosía como los dioses.
Evelyn se limitaba a escuchar. Yo, apoyada de lado de la ventana, miraba la gente pasar por la calle. Quería salir fuera, aunque hacía un frío terrible.
-Abuela, ¿puedo ir a mirar un lazo para regalárselo a Amelie?
-Sí, que aquí no tienes nada que hacer. Nos vemos en una hora y media aquí.
-Hasta luego, abuela. Adiós, Jane.- Y me fui, matizando que no decía adiós a Evelyn. La verdad era que no hablara con Evelyn más, ni para decir hola.
Caminaba por aquella calle principal, llena de gente. Los dueños de las tiendas limpiaban la nieve de la acera que estaba enfrente de sus negocios.
El rumbo de mis pies se dirigía a cualquier lugar donde no hubiera aquel viento gélido. Compré una cinta de pelo rosa para Amelie. Paseé y decidí entrar en la panadería porque quería adquirir un magdalena. Al salir por la puerta choqué con alguien.
-Lo siento mucho, señorita.-Dijo el joven, mientras recogía mi gorro, que había caído al suelo. Nos miramos y nos reconocimos. Jonathan.-Hola señorita Agathe, ¿qué hace por aquí?- Y me devolvió el sombrero.
-Pues me entró la gana de comprarme una magdalena, Jonathan. Mi abuela y Evelyn están encargando un vestido.- Le contesté.
-Las magdalenas de aquí son deliciosas.- Agregó.
-¿Y qué te trae por aquí?- Pregunté al chico que tenía ante mis ojos.
-Hoy es mi mañana libre y decidí venir aquí al pueblo a comprar algún detalle con mis ahorros para mi familia.
-¿Vive su familia aquí, en Marlborough?
-No, señorita, viven en Southamton.- Dijo.
-Me gustaría ver el mar. Nunca lo he visto.- Le dije.
-Oh, no es gran cosa, el agua está congelada hasta en verano.- Me contestó, dándole poca relevancia a la inmensidad del océano.- ¿Sabe si va a venir mucha gente al baile?- Cambió de tema.
-Eso lo deberías saber tú, ¿no crees?- Le contesté.
-Sí, sí que lo sé, pero se lo preguntaba por si no lo sabía.
-Vendrán estúpidos nobles ingleses y mi familia. Tengo un par de primos que no los soporto.- Nos reímos.- ¿Cuántas personas estáis al servicio de mis abuelos?
-Somos dieciséis personas. Una persona sola no puede limpiar doscientas cincuenta estancias.
-¡¿Doscientas cincuenta?!- Dije asombrada.
-Sí, lo que oye.
Miré el reloj. Tenía que volver.
-Jonathan, tengo que regresar. Nos vemos en casa.
***
Los días pasaban lentamente, aunque estos últimos habían sido, en parte, estresantes. Todo el mundo preparaba el gran baile. Mis primos, tíos y demás familia habían llegado el día anterior. Yo no ofrecía ni la más mínima ayuda por mi parte. Me limitaba a sentarme en el salón del té, a la vera de la chimenea a leer, y también a darme largos baños con el fin de que no me encontraran y tuviera que bajar.
Peter se dedicaba a ayudar a mover muebles para despejar el gran salón principal para el baile.
Evelyn y Amelie ayudaban con las flores.
Mamá, papá y la abuela supervisaban, aunque a mi padre no le agradara la idea, ya que decía que se podían hacer cosas más productivas en vez de pasear de un lado a otro.
Mis primas y mis primos venían de vez en cuando a pasar un rato conmigo, para escabullirse de las tareas que mis tías les asignaban.
El abuelo se encerró en su despacho con sus maquetas, bajando a donde me encontraba para pasar un rato conmigo y con los desertores de mis primos.
En aquel momento, estaba sola en el salón. Me había cansado de sentarme allí durante cinco días seguidos. Bajé al salón. A escasas cinco horas para la cena, aquello era un caos. Venga gente para aquí cargada de la cubertería, venga gente con flores de brillantes colores. Divisé al señor Morris y me acerqué a él.
-¡Señor Morris!- Grité, porque había mucho ruido en aquel lugar.
-Dígame, señorita.
-¿Sabe dónde está mis padres?
-Los vi hace cinco minutos en la cocina.- Contestó.
-Muchas gracias.
-De nada. No se le ha visto en esta semana salvo para desayunar, comer y cenar.
-Dirá que soy una vaga, pero no me gustan estas cosas, señor Morris.
-No digo eso, señorita, para nada. Mire, allí están sus padres.
-Gracias otra vez. ¡Hasta luego!
Mis padres estaban con mis tíos y tías hablando y dando órdenes.
-Hola.- Me acerqué.
-Mira, la desaparecida.- Dijo alegremente mi tío Percival.
-Os he echado mucho de menos.- Dije dándole un beso a cada uno de ellos.
-Agathe, tengo que hablar contigo.- Habló mi madre.
Nos alejamos y comenzó a hablar.
-No he ido a la sala del té porque estábamos todos, menos tú, ocupados en alguna tarea, pero si hubiera ido me enfadaría bastante contigo. ¿Acaso no ves que todos hemos echo algo?
-Sí que lo veo, pero no tenía ganas de hacer nada. Ya expresé la semana pasada mis desaprobación sobre este encuentro social. Venga, id a buscarle el vestido a Evelyn, que seguro que está encantada.
-Te prohíbo que me hables así, Agathe. ¿Acaso te molesta que tu abuela mande hacer un vestido a Evelyn?- Dijo mi madre, seria.
-Pues sí, me molesta. Y mucho. ¿Quién es ella para que le hagan un vestido, que debería ser para mí?
-Es la huésped de tus abuelos, quieras o no. Además, tu abuela ha mandado hacerte otro.- Contestó mamá.
-Ya claro, que me lo voy a creer.- Dije, mostrando mi desconfianza.
-Creelo, pues está tu abuela en tu habitación con él.
Y me encaminé a mi habitación. Allí estaba mi abuela, sonriente, con una percha, en la que había un vestido.
-¿Qué es esto, abuela?- Dije asombrada.
-Tu vestido. ¿Acaso no te gusta?- Me contestó.
Observé con detenimiento el vestido. Era horrendo, la cosa más fea del mundo, de un color esmeralda chillón. Aunque la forma del vestido no me disgustaba nada.
-Abuela, ¿quién ha elegido esto?
-Le pedí a Evelyn que eligiera la tela, y yo elegí el diseño.
-Es la tela más horripilante del mundo, abuela. La hechura del vestido me encanta, se nota que la has elegido tú. Pero ese color es... asqueroso, con perdón.
-Agathe, no digas esas cosas, Evelyn lo ha elegido con mucho cariño para tí.- Dijo mi abuela. Pobre, ella no sabía nada.- Venga, te lo vas a poner para no hacerle ese feo a tu amiga.
-Abuela, no me hagas esto, por favor.- Supliqué.
-¿Y qué pretendes ponerte esta noche?- Dijo, más calmada, dispuesta a negociar.
-Traje un vestido de fiesta que me compró papá antes de dejar Londres.- Dije, mientras lo sacaba del armario.
-Vale, entonces ponte ese.
-Gracias abuela. Te quiero mucho.- Y le di un abrazo.
-De nada. Después ven a mi habitación, antes de la cena.- Contestó.
Me fui de la habitación. Bajé a contemplar lo hermoso que había quedado el salón principal. Era gigantesco. Flores por todos los lados, guirnaldas en las paredes, la orquesta en una esquina. Aquello parecía sacado de un cuento de princesas.
-Las guirnaldas las hemos hecho nosotras.- Dijo la voz de mi prima Elizabeth a mis espaldas. Me giré y las vi a todos ellos. Mis primas Mary, Elizabeth, Blanche, Rose, Athenea, Allison, Violet, Abigail y la pequeña Florence. Mis primos William, Jack, Michael, Nicholas, Alfred, Daniel y Robert estaban peleando, como siempre.
-Hola. Pues os han quedado hermosas, de verdad.- Dije sinceramente.
-Anda, Agathe, no mientas. Admite que lo han hecho fatal.- Dijo Michael, que como siempre era tan malo.
-Quisiera verte haciéndolas mejor que nosotras.- Dijo Allison.
-Cuando quieras, hermanita.- Le contestó Michael a su hermana. Allison y Michael eran los hijos de mi tío Percival y mi tía Josephine, y vivían en Plymouth.
-Agathe, ya sé contar hasta diez.- Dijo al acercarse la adorable Florence, que tan solo tenía cuatro años.
-Caramba, que chica mayor estás hecha.- Le contesté, y ella se rió, dejando mostrar eses hoyuelos tan encantadores.
-Chicas, vayámonos a vestir.- Dijo mi prima mayor, Blanche, que tenía veinte años.- Florence, cariño, ve con mamá, que está en la cocina.- Añadió.
-Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.- Dijeron mis primos.
-Os daría un sopapo si no fuerais de la familia, desgraciados. Sois una panda de maleantes.- Le dijo Athenea.
-Déjalos, Athenea. No merece la pena.- Dijeron Abigail y Violet.
-Tenemos tres horas para cambiarnos. Vayamos a la habitación de Agathe, que es más amplia.
Y nos fuimos todas a mi habitación. Cada una llevó su vestido.
-¿Habéis visto a la niña que está de huésped de los abuelos?- Preguntó mi prima Rose.
-Sí, es simpática.- Contestaron mis primas.
-No diríais eso si supierais lo que me hizo.- Dije, y comencé a contárselo.
Narré toda la historia paso a paso, y cuando terminé, la primera que habló fue Mary.
-Dios, que mala es.
-Ya.- Contestaron el resto.
-¡Y eso que Peter es tan mono!- Comentó Abigail.
-Es muy difícil hacer como si no supiera nada delante de mis padres, los tíos y mis abuelos.- Dije.
Y volvimos a nuestra tarea de prepararnos. Blanche nos peinó, ya que se le daba muy bien. Acabamos de vestirnos, y cada una fuimos a pedirle algo de perfume a nuestras madres.
-¿Mamá, me prestas tu perfume?- Dije, mientras entraba en su habitación.
-Que guapa estás, cariño. Claro que te dejo echarte un poco de mi perfume.- Dijo dulcemente.
-Sí, Agathe, estás requetebién.- Dijo Amelie, que esta con mi madre.
-Gracias. Estás espectacular, mamá. Me encanta tu vestido, Amelie.
-Ven.- Dijo mi madre, refiriéndose a su tocador.
Cogió el frasco lentamente, y meticulosamente apretó el dosificador a ambos lados de mi cuello. Era una fragancia suave, floral, embriagadora a todos los sentidos. Perfecta.
-Señora Perkins, ¿me echa un poco de su perfume?- Preguntó Amelie.
-Claro.- Dijo mi madre mientras le echaba una pequeña gota, y después le dio un beso.
-Venga, cariño, tu abuela me ha dicho que vayáis tus primas y tú a su habitación. No le hagas esperar.- Y me dio un beso.
Amelie y yo fuimos antes al despacho de mi abuelo. Golpeé la puerta suavemente.
-Pasa.- Oí del otro lado de la madera.
-Hola abuelo. ¿Ya estás cambiado?- Pregunté.
-Agathe, estás muy guapa esta noche. Se nota que eres hija de tu madre, sois las dos muy bellas. Y tú, pequeñita Amelie, eres la más guapa de todas.- Ella se rió.- Sí, ya estoy cambiado. Dejé a tu abuela sola para que tenga más intimidad.
-Gracias, abuelo. ¿Qué hacías?
-Estaba colocando estos libros en la estantería que saqué esta tarde.
-Oye, abuelo, ¿cuántas personas van a venir esta noche?
-Unas cien personas sin contar a nuestra familia.- Mi cara mostraba asombro, por esa cifra tan alta.- Sí, cariño, cosas de tu abuela.- Se adelantó.
-Bueno, abuelo, me voy, que la abuela nos está esperando.
-¿A quién espera?
-A mis primas y a mí.
-¿Y a Evelyn no?
-No.- Sentencié.
-Dile a tu abuela que la estoy esperando para bajar, que en breve hay que recibir a los invitados.
-Vale.- Y le dí un beso en su mejilla, arrugada como una pasa.
-Adiós, señor Fellon.- Amelie repitió el mismo proceso que yo.
La habitación de mis abuelos estaba en el ala norte de la segunda planta. Pasillos y más pasillos. Encontré la puerta. La abrí. Mis primas ya estaban allí.
-Venga, Agathe, Amelie, que la abuela nos quiere dar algo.- Dijo impaciente mi prima Abigail.
La abuela abrió un cofre y nos dio un collar de perlas, un anillo y un par de pendientes a cada una. Eran realmente hermosos. Le dimos las gracias y nos fuimos.
Mis primas me pidieron que las acompañara a buscar a Florence y a mis primos, que estaban en sus habitaciones, en la primera planta.
Bajamos las escaleras, recogimos a la pequeña Florence, que estaba en la habitación de mi tía Caroline; y fuimos a buscar a mis primos, que estaban en la habitación de Alfred, con mi hermano, George, mi padre y mis tíos.
-Míralas que guapas. ¡Si al final tenemos que retirar lo dicho!- Dijo mi primo William.
-Sí.- Admitieron el resto de jóvenes.
-A saber lo que le habréis dicho.- Dijeron mis tíos.
-Papá, tío Percival, tío Henry, tío Collin, tío Ronald, nos llevamos a vuestros chicos.- Dijo Athenea a su padre.
-Os esperamos abajo.- Dijo mi padre.
-Vale.- Dijimos todos.
Caminamos por todo el castillo para perder tiempo, ya que aún faltaban unos tres cuartos de hora para la recepción de los invitados.
Nos chocamos con Evelyn. Ella intentó esquivarnos pero Violet la paró.
-¡Hola! Que collar tan bonito. ¿Es tuyo?- Dijo ella falsamente.
-Pues no, es de vuestra abuela, que me tiene mucho aprecio y me lo ha dado.- Contestó, regocijándose ante nosotras.- Oye, Agathe, ¿no has visto el vestido?- Se dirigió a mí.
-Sí.- Contesté fríamente.
-¿Y no te ha gustado?- Dijo falsamente.
-Uy sí, pero creo que el color va más acorde con tu pelo naranja asqueroso. ¿O no?- Le contesté.
-Mujer, no te pongas así. Yo lo hice para que la gente se fijara en ti.- Dijo ella, acompañada de una risa más falsa que una moneda de tres céntimos.
-A mí no me hace falta destacar con un vestido, ya lo hago por mí misma.- Le solté.
-¡Serás falsa!
-¡Serás roba novios!
-Perdona, pero mi Peter no es tuyo.
-Ni tuyo. No veo que lleve un cartel que ponga: “pertenezco esa cosa, que no tiene ni estatus de persona, que le llaman Evelyn”.- Contesté.
-Eres una persona muy rastrera, Agathe Perkins. No me extraña que nadie te quiera.
-¿Sabes, Evelyn?, creo que ya me he rebajado bastante a tu nivel, y no pienso hacerlo más. Ponte al sol a ver si maduras.- Sentencié.
Mis primos estaban allí inmóviles, sin decir ni mu. Comencé a andar, y ellos tras de mí.
-No me digáis nada, por favor.- Les dije.
Bajamos todos, nos pusimos en posición, y comenzaron a llegar los invitados.
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Holaaaa! ¿Qué tal lleváis las vacaciones? Yo muy bien :D
¡Espero que estéis preparadas para los regaliiiiitos! Mis papis ya me ha adelantado algunos regalos jajajajaja. Mi papá una pluma hermosa, y escribe genial. Mamá ropa, como siempre ;)
Bueno, me he demorado un poco en subir este capítulo porque me he pasado estes dos días en casa de mi abuela, y casi me da algo cuando me he acordado que no había internet allí. Yo le digo que compre un módem USB y así ya está, pero ella dice que no.
Y ahora... ¡Las notas! Las mías muy bien, aunque el de física me puso un 6. Estoy planteándome tirarlo por las escaleras (puajajajajaja esta mente mía tan perversa)...
Espero que os haya gustado mucho el capítulo, porque ha costado lo suyo. Sí, el encaramiento de Agathe a Evelyn no está muy trabajado, pero algo es algo :D
Un beso a tod@s,
Paula*
¡¡¡Feliz navidad!!!