Debía
de haber estado llorando bastante rato, porque casi ya estaba vacía
de lágrimas cuando Peter llegó a la azotea.
-¡Agathe!-
Exclamó-¿Qué te ha pasado?- Y se acercó a mí.- ¿Te han hecho
algo?- Preguntó.
Negué
con la cabeza. Simplemente me dejé acariciar por el joven que estaba
a mi lado.
-No
llores. No pasa nada. Ya pasó-. Y en aquel momento, cuando pronunció
las dos últimas palabras que siempre me decía Joe cuando yo lloraba
en su pecho hizo que de mis ojos salieran más lágrimas aún, como
un río-. Venga, Agathe, vayamos dentro-. Asentí.
-Lo
siento, Peter. Soy muy mala persona. No debería...- Y no me dejó
acabar, porque me interrumpió.
-No
me pidas perdón por nada. Siempre estuviste perdonada. Siempre,
Agathe. Además, la culpa es mía por no decirle a Evelyn desde el
principio que no la quería. Soy un estúpido.
-Deja
a Evelyn en paz. No me la recuerdes, te lo suplico-. Y entre eso,
habíamos bajado a la puerta principal.
-Espera
aquí, iré a por tu abrigo y le diré a tus padres que nos vamos
andando. ¿O quieres que te vean con esos ojos hinchados?- Dijo.
Forcé
una sonrisa.
-Ella
te quiere.
-¿Quién?
-Evelyn.
Evelyn Ford te quiere. Sus ojos se llenaban de brillo cuando te
veía-. Contesté.
Él
no dijo nada, nos limitamos a seguir andando el trecho que nos
quedaba para llegar. Papá, mamá y los niños volverían mucho más
tarde en coche.
Estaba
muerta de sueño, por lo que al llegar a casa me metí en mi cama, y
Peter me arropó.
-Buenas
noches, Agathe-. Dijo dulcemente.
-Buenas
noches, Peter.
La
semana siguiente no me digné a ir a clase, pues mi ánimo estaba por
los suelos. Papá no daba explicación a mi desgana. Mamá
simplemente me preguntaba qué me pasaba, pero yo me negaba a
contestarle. Los niños intentaban animarme montando espectáculos
teatrales en el salón, teniendo a Peter y a mi de espectadores.
Ellos lo hacían bastante bien, porque lograban que disiparan mi pena
durante un rato.
Quizás
fuera por mis diecisiete años y porque mis sentimientos estaban a
flor de piel, pero no paraba de llorar en silencio. Tampoco paraba de
darle vueltas a las duras palabras de Joe, pero las últimas que
pronunció habían sido confusas. Debía devolverle su chaqueta, en
aquellos momentos colgada en una percha en mi armario. Me levanté de
la cama, aún con camisón, y abrí la blanca puerta por la que se
accedía al armario. Me acerqué a la chaqueta y la olí. Su colonia
era el causante de que mis sentidos se embobaran. Sentía a todo el
Joe que conocía: inteligente, maduro, respetuoso y todo un galán.
Mis
amigas me visitaban por las tardes, y me decían que Joe había dicho
que si no iba a clase, que vendría él a por mí. Pero fui yo a
devolverle a su casa el domingo.
La
nieve estaba derretida completamente, aunque el cielo estaba gris, y
las nubes se fundían las unas en las otras. Hacía frío. Yo estaba
enfundada en mi abrigo marrón, pero había cuidado el más mínimo
detalle en mi vestimenta. Me había puesto un vestido de lana,
tricotado por mi madre, unos zapatos marrones a juego con mi abrigo y
hasta me había puesto un poco de colorete. Él llevaba unos
pantalones color crema y una chaqueta azul oscura por encima de su
camisa con tirantes. Sus cabellos bailaban graciosamente con el aire
cuando me abrió la puerta.
-Hola,
Agathe-. Dijo seriamente.
-Hola,
Joe-. Dije, bajando la cabeza.
Durante
un par de minutos él y yo estuvimos observándonos en el porche, al
frío invernal.
-Yo
venía a traerte tu chaqueta-. Dije.
-Ah,
no tenías por qué preocuparte. A partir de ahora voy a usar más el
uniforme.- Esa última palabra caló en lo más fondo de mi ser-.
Entremos. Mis padres ha ido a casa de mi tía Kitty.
Lo
seguí. Nos sentamos en el sofá después de que él se ofreciera a
quitarme el abrigo.
-¿Té?-
Preguntó.
-Sí,
muchas gracias-. Contesté.
-Vengo
ahora.
Oía
el ruido que hacía Joe buscando el té en la cocina. Yo observé el
acogedor salón de la casa de los Sullivan. Quizás había un exceso
de tapetes que la señora Sullivan había hecho, pero daba igual.
Había un cuadro de un hombre mayor que pensé que era algún
antepasado de Joe; una gran estantería llena de libros que el señor
Sullivan cuidaba con mucho cariño, una mesa de café, una radio, dos
sofás más aparte de en el que yo me había sentado, y una mesa
redonda el la cual la señora Sullivan tenía fotos familiares. En la
mesa de las fotos contemplé una foto de Harry, el hermano mayor de
Joe. Era un joven no muy apuesto, totalmente distinto de Joe. En vez
de tener los ojos azules como el mar caribe como Joe, Harry los tenía
de color marrón oscuro, y su pelo era tan pelirrojo como su madre,
no como Joe, que había heredado el pelo azabache de su padre.
-Harry
no va al frente. Dicen en la universidad que tiene demasiado
potencial para poner en peligro su vida. Estoy de acuerdo con ellos-.
Comentó Joe mientras se sentaba de lado mía.
Me
molestó que dijera eso de su hermano, porque me parecía injusto que
Joe lo valorara más que a él mismo.
-¿Cómo
puedes decir eso, Joe? ¿Acaso crees que tu no tienes potencial?-.
Pregunté.
-Estoy
destinado a luchar por Inglaterra, Agathe. ¿Qué quieres, que me
quede aquí toda mi vida y que no vea más mundo que
Nottinghamshire? Porque me niego a aceptar eso-. Contestó.
-Puedes
ver todo el mundo que quieras, Joe. Y no estás destinado a servir a
tu país. Si no fuera por tu obstinación con la patria, este otoño
hubieras comenzado la universidad. Y si te vas, yo sí que pondría
muy triste, porque ahora soy yo la que se niega a que pongas tu vida
en juego.
-Volveré,
Agathe. Iré a la universidad, lo prometo-. Dijo, mientras me miraba
fijamente a los ojos.
-Esto
no es un juego, como cualquier niño juega en la calle. Estamos en
guerra, Joe, y la vida de todos los hombres que están defendiendo
Gran Bretaña arriesgan sus vidas todos los días. Algunos se salvan,
pero otros no viven para contarlo. ¿Quieres que este país se quede
lleno de viudas de guerra?
-Yo
quiero volver cuando esto acabe, pero necesito más que la monótona
vida que East Leake ofrece.
-Vete.
Pero no a la guerra. Puedes irte a vivir a Londres, y que te caiga
una bomba encima, o que duermas con el temor a que por la noche
destrocen tu casa y que no te despiertes por la mañana. ¿Quieres
eso? Adrenalina nocturna. Y después sales de los refugios en las
estaciones de metro y corres al Speakers' Corner y gritas lo que tu
quieras-. Le dije.
-Agathe,
no sabes lo duro que es dejarte aquí, de verdad-. Dijo con tono
suplicante.
-Por
mí no te preocupes, estaré muriéndome aquí, con el corazón hecho
un puño, y la conciencia intranquila pensando en qué puedes estar
haciendo en cada segundo del día, pero tú estarás pasándotelo
genial derribando aviones en el cielo. Por lo menos pide que te
manden a hacer las prácticas con el escuadrón de Ian. Aquí, cerca.
-Sé
que voy a ver muchas penas en la batalla, pero debo ser fuerte.
-Sobre
todo eso, Joe, no puedes permitir que el miedo te domine-. En
aquellos momentos ya había comenzado a comprender que Joe me iba a
dejar en aquel triste lugar.
-Escucha,
lo siento por lo del otro día.
-Oh,
lo siento yo más, no debí de darte un en la mejilla-. Y le acaricié
donde días atrás le había dado.
-La
culpa es mía, me puse celoso.
-Olvidémoslo,
¿sí?- Le dije cariñosamente.
Y
me abrazó.
-Tengo
miedo, Joe, mucho miedo-. Susurré a su oído.
-No
lo tengas...
Y
llegaron el señor y la señora Sullivan. Pero a Joe y a mí nos
había dado tiempo de deslizarnos por la puerta trasera, y habíamos
cruzado el jardín hasta llegar a la calle.
-Se
está haciendo de noche, debería acompañarte a casa-. Dijo Joe.
-No
hace falta, aún hay algo de luz-. Repuse yo.
-Venga,
vamos, y así damos un paseo.
-Vale,
gracias.
Habíamos
caminado bastante cuando le pregunté:
-¿Y
cuándo te vas?
-El
viernes me voy a Londres. En el Ministerio de guerra nos destinan a
todos. Supongo que el domingo estaré en la base de prácticas.
-Ah,
yo te acompaño a la estación.
-Gracias.
-Dime
una cosa. ¿Cómo se te dio por querer volar?- Pregunté, intrigada.
-Mi
abuelo tenía un avión en su casa, y cuando era pequeño me llevaba
en él-. Contó nostálgico.
-Me
encantaría poder ir en un avión-. Dije.
-Te
juro que te llevaré en uno, Agathe.
Y
llegamos al portal de mi casa.
-¿Quieres
entrar?
-Oh,
no, está tu padre allí paseando entre las camelias-. Dijo. Era
verdad que mi padre estaba ahí, no me había fijado.
-¡Joe!-
Llamó mi padre.
-¿Qué
quiere?- Pregunté discretamente mientras mi padre se acercaba.
-No
lo sé-, masculló entre dientes para que mi padre no lo oyera-. ¿Sí,
señor Perkins?
-Querido
Joe, debo de hablar contigo. Pasa y vamos a mi despacho. Agathe,
tenemos visita dentro.
Me
quedé helada al ver quien era nuestra visita. La señora Jones. La
madre de Amelie, George y Peter estaba sentada con sus hijos en el
sofá, mientras ellos no paraban de abrazarla. Mi madre, que estaba
con mi hermano en el otro sofá, cuando me vio me llamó y la señora
Jones se acercó a junto mía.
-¡Agathe,
qué grande y qué guapa estás!- Dijo llena de júbilo aquella
hermosa señora, con los cabellos rubios recogidos en un precioso
moño. Tenía las mismas facciones que sus hijos, y era realmente
guapa.
-Muchas
gracias, señora Jones.
-Mamá,
Joe está hablando con papá en el despacho.
-Vale,
querida. Dejemos a Margaret y a los niños hablar. Vamos, Lucas.
Y
los dejamos en el salón, mientras que mamá, Lucas y yo fuimos a la
cocina, donde Muriel preparaba la cena.
-¿Muriel,
no te importa que se quede a cenar Joe? Como ya se queda Margaret...-
Dijo mi madre dulcemente a Muriel.
-Oh,
no, Laura. Tenemos suerte que aquí en East Leake no falta de nada y
nos ayudamos los vecinos mutuamente, porque me pregunto yo cómo
podíais vivir bien en Londres con los cupones...
-66
cupones al año, Muriel, aquello era tremendo-. Dijo mi madre.
-Agathe,
pregúntales a Joe y a tu padre si les queda mucho-. Me dijo Muriel.
Llamé
a la puerta del despacho, la abrí, y pregunté:
-Muriel
quiere saber si vais a tardar mucho, para servir la cena-. Me dirigí
a mi padre.
-Nos
queda un rato, Agathe, dile a tu madre que llame a casa de Joe, que
Elizabeth Sullivan se va a preocupar.
-Oh,
señor Perkins, no hace falta que me inviten, me voy andando
tranquilamente-. Dijo Joe.
-Sí
que hace falta, y no se hable más-. Dijo mi padre-. Lo siento,
Agathe, tienes que irte, que estamos hablando de una cosa muy
importante-. Sentenció.
Y
antes de que cerrara la puerta pude observar lo delicioso que estaba
Joe con su camisa con tirantes, apoyado en la mesa.
Como
el salón estaba ocupado, me dediqué a ayudar en la cocina, y, tras
eso; me cambié de ropa y cambié a mi hermano.
Durante
la cena, Margaret Jones nos contó tristemente cómo era la vida en
el hospital, y que Thomas Jones, su marido, por suerte no había sido
derribado. Dijo que en aquellos días estaba en una misión secreta
de reconocimiento de los terrenos sometidos por el Eje.
Papá
sorprendentemente cogió el coche y llevó a Joe a su casa. Los niños
se fueron a dormir, mamá y la señora Jones quedaron en el salón
charlando y Peter y yo nos dirigimos hacia nuestras habitaciones.
-¿Quieres
hablar? Te noto triste-. Dijo Peter.
Y
la verdad es que me había sumido en una profunda tristeza cuando Joe
se fue con mi padre.
-Tú
no te vas, por suerte-. Le dije tras entrar en mi habitación, pues
él me había seguido.
-Si
vengo aquí para refugiarme, lo lógico es que no me vaya.
-Ya,
¿e irás a la universidad en otoño?
-Eso
espero.
-Entonces
tú también te irás de todos modos.
-Vendré
a visitar a mis hermanos, y sobre todo a ti.
-Sigo
pensando que mi mundo se desmorona a pedazos enormes, y que no lo
puedo evitar.
Y
seguimos hablando hasta bien entrada la madrugada, cuando me quedé
dormida.
La
semana se pasó en un abrir y cerrar de ojos, aunque estuvo muy
ocupada, porque Margaret Jones se quedó con nosotros. El lunes casi
no me pude levantar del sueño, por culpa de mi tertulia con Peter.
El miércoles fui a Nottingham, la gran ciudad del condado, a
comprarle a Joe una pluma, una estilográfica y tres libretas por su
cumpleaños.
Y
finalmente, el viernes llegó. A las dos y media de la tarde me
presenté en la estación con mi padre y Peter. Este último había
querido ir con nosotros porque Steve también se iba con Joe, y
quería despedirse de ambos.
Vi
a Joe con sus padres, y a Steve con los suyos. Elizabeth Sullivan
lloraba, y Joe la abrazaba. Me vio, y yo sonreí. Soltó a su madre
y se acercó.
-¿Damos
un pequeño paseo? El tren viene con retraso-. Dijo.
-Vamos-.
Contesté mientras nos alejábamos-. Toma. Felicidades, Joe-. Y le
entregué el paquete que tenía en mis manos.
-No
hacía falta que me regalaras nada, me bastaba con que vinieras a
despedirte-. Y abrió el regalo. Su rostro se iluminó.
-Para
que me tengas al día de tus aventuras surcando el cielo.
-Gracias,
Agathe. Por supuesto que te escribiré. Todos los días, por ti.
-Prométeme
que no te olvidarás de mí. Y que te cuides mucho, porque no
soportaría la idea de no volver a verte nunca más-. Y tras decir
eso, unas lágrimas comenzaron a salir de mis ojos.
-Ey,
no llores, por favor. Me duele mucho tener que dejarte-. Y me acercó
a su pecho-. Te llamaré cuando llegue a la base, ¿vale?
-Sin
falta, Joe.
-¿Puedo
pedirte un último favor?- Y me arrimó a una columna, sin que nadie
nos viera y puso sus manos en mis caderas.
-Mmm...
Depende, Joe-. Dije, pícara.
Y
me besó. Un beso robado de las comisuras de mis labios. Fue un beso
largo, al que yo correspondí. Joe me estaba dando todo el amor que
en aquellos momentos me podía dar. Sus labios eran dulces y
carnosos, y nuestras lenguas se enredaban con el temor de que
nuestros padres nos vieran, aunque estaban a unos cien metros de
nosotros. Nos quedamos sin aire en los pulmones y nos separamos. Me
miró a los ojos.
-Te
he querido desde que apareciste en este pueblo. Desde que diste la
primera pisada en el adoquinado.
Iba
a contestarle pero el tren apareció en el andén. Corrimos a
despedirnos de su familia. Peter estrechó fuertemente su mano con la
de Joe. Igual lo hizo mi padre. Joe abrazó a sus padres y después,
por último, me abrazó fuertemente y me dio un beso en la mejilla.
-No
me olvides. Ni olvides que te quiero-. Susurré en su oído.
-Jamás-.
Fue su última palabra antes de meterse en el tren.
Y
el tren se fue, con él y Steve en su interior. Ambos se adentraban
en lo desconocido, y yo me quedaba vacía, porque sin Joe, no era
nadie.
______________________________________________________
¡Hola! ¿Qué tal vuestras maravillosas vacaciones?
Yo muy bien, porque aprobé todas las asignaturas y puedo ir a las atracciones que montan en Padrón por la Semana Santa. A ver si saco muchas fotos :D
Hablemos del capítulo. Como he estado en casa de mi abuela, y lógicamente no tiene Internet, no he podido subir el capítulo antes. Lo siento.
También siento que haya hecho que Joe se vaya, pero no os preocupéis, por favor.
Os voy a contar lo que es el Speakers' Corner. Es una zona cerca de Marble Arch, donde se puede decir lo que a uno de dé la gana. Es decir, que en plena Segunda Guerra Mundial, cuando Inglaterra tenía un odio BASTANTE considerable contra Alemania, cualquiera persona podría ovacionar a Alemania sin que lo mandaran a la cárcel. ¿Me entendéis?
Bueno, espero que os haya gustado el capítulo y que me perdonéis por la espera en la que os he tenido.
Un beso enorme,
Paula*
1º: Bienvenida de nuevo, me alegro que todo te haya ido bien:)
ResponderEliminar2º:¡¡¡¿Cómo te llevas a mi Joe?!!!!....*Suspirando profundamente*... Mmm, vale, se ha ido:(
Pero bueno, te haré caso y no me preocuparé^.^
Que más puedo decir, aparte de que ya sabes cómo me encanta tu forma de escribir??
Un besito, preciosa;) ¡Cuídate mucho! <3
Paulaaaaaaaa! :) Ya tardaba! ^^ Me ha encantado, pero muchisisisisisisima pena que se vaya Joe... :( Bueno, un beso y sube pronto! Por cierto, te has lucido, cacho capítulo, me lo he tenido que leer en dos días jajajaja pero ha sido PERFECTO! y el beso robado ENORME! :DDDD Un abrazo de oso :3
ResponderEliminar*--------------* Este capítulo ha sido increíble :)
ResponderEliminarPero me da mucha pena que se vaya Joe... :/ Esperemos que no le pase nada y que Agathe no sufra mucho. Bueno, seguro que Peter le ayuda a no pasarlo mal xD
El beso ha sido... ajbfsldkfjbsal!! oWo
Espero el siguiente capítulo pronto :D
¡Un beso! (:
Holaa,, hace muchísimo que no me pasaba pero ahora aqui estoy:)) el capitulo me ha encantado, es una lástima que se vaya a la guerra, ojala no le pase nada... y tengo curiosidad por saber de que hablaban él y el padre de ella,, a saber. Peter,, a pesar de todo me gusta, no se por que. Bueno publica pronto, besos<33
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